Sobre la cocina, la cultura y la identidad.

Durante algún tiempo llevo pensando acerca de cual es la verdadera esencia de cada cultura que la hace diferente a la próxima. Después de mucho evaluar los factores y pesarlos, descartando los que no fueran realmente propios de una cultura, llegue a la conclusión que la verdadera esencia de una cultura se encuentra, no en su idioma, no en su situación geográfica precisa, sino mas bien en su cocina.

Piensen un instante: ¿Cuál es el edificio cultural con mayor cantidad de “sedes” en todo el mundo? ¿Aun mas que los consulados o embajadas? Fácil, los restaurantes. Comida china, mexicana, japonesa, norteamericana, etc. Es obvio que el modo por el que estamos realmente haciendo contacto con otra cultura es a través del paladar. Además, siempre se ha establecido que un modo muy cortes de recibir o despedir a un extranjero que esta en nuestro país es llevarlo a comer la comida autóctona. El comer es el acto social por excelencia. Súmenle a eso el hecho de no solo llevar a cabo este acto tan bello que mezcla tantas sensaciones, sino además que involucre comidas exóticas, tan propias de cada cultura.

¿Cuales fueron además los primeros grandes productos de exportación, importación, comercio y trueque del mundo? Cereales, granos, especias. Mas tarde esta la carne, las bebidas, las frutas, etc. Desde carne argentina servida en una mesa escandinava, hasta un vino de La Rioja en una pagoda japonesa. Desde manzanas chilenas vendidas en las calles de Ginebra, en Suiza, hasta arroz vendiéndose en los supermercados de Medio Oriente. La comida de cada país es el verdadero embajador de nuestras respectivas naciones.

¿Que fue lo primero que se hizo con el fuego que cambio para siempre la vida del hombre? ¿El calor? ¿Un arma? No. Fue la posibilidad de cocer nuestros alimentos. He ahí, amigos míos, la esencia cultural del hombre, nuestro mayor descubrimiento unido a nuestro mayor invento. Espero les haya interesado. Cuídense mucho y ahí se ven. –PEACE.

¡Sláinte!